En
la vereda de un baldío
no
sé quién pero alguien puso
un
árbol de ceibo que soñaba
con
su corona en rojos engarzada.
Es
que su flor de rojo intenso
imitando
la cresta de los gallos
es
flamígera expresión de la belleza
sobre
el verde suspendida.
Pero
este ceibo, pobre ceibo,
crecido
en la vereda de un baldío
no
era por nadie protegido
y
era despojado de sus flores.
Quebraban
sus gajos que dolientes
imploraban
por su rojo enaltecido.
Pero
sólo una flor quedó en sus ramas
que
estaba ajada ya, en dolor sufrida.
Y
miraba yo esa flor todos los días
esperando
que nadie la tocara
porque
era para mí aun hermosa
y
más lucida que todas sus hermanas.
Flor
de ceibo, que tu ángel te proteja
y
evite tu muerte tan temida.
Publicado en mi libro "Desde aquella Strelitzia". 2014
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