En la calidez de una casona reciclada
y en la sobriedad sin lujos de una
mesa,
hay un agasajo a este año en que
revuelan
churrinches en sus días.
Hay ojos que se miran en costumbre
eterna
de mirarse, ignorando que existen los
entornos
y en busca de sentires a sabiendas
del beso que espera ya en los labios
para acuñarse en este amor callado.
De algún lugar llegan sonidos envolventes
silenciosa sinfonía que se siente
sin que los ojos se hayan apartado
del profundo mirar que en sí se mira
y que late acompasado con el ritmo
de las propias pulsaciones.
Y todo es alegoría de experiencias,
sentires humanos más profundos
que en la vieja casona se transforman
en generoso sol que brilla
mientras revuelan los churrinches.
Publicado en mi libro "Desde aquella Strelitzia". 2014
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