Amanece.
Desde
lo alto en que yo vivo, terraza en vuelo, veo a la ciudad en su pozo brumoso
del que brota, cual fantasma, ese sordo bramido de su despertar. La quietud de
la noche se va yendo llevada de la mano por el sol y empujada por impaciencias
del gentío por llegar a sus destinos.
En
mi admirado contemplar de una rutina citadina, que suele pasar inadvertida en
la locura de rutinas, no dejo que se pierdan pinceladas: hay vuelos de pájaros
tempraneros, el ulular de una sirena que estremece, el frescor del aire y el
perfume con que siempre me acompañan las flores del jardín, ajenas al
torbellino.
Amanece
y se despierta lo dormido y lo despierto es todo acostumbrado… como ayer o
anteayer o todo tiempo de mi existencia plena.
Es
la vida que se despereza… es la ciudad que sacude su modorra.
Publicado en mi libro "Desde aquella Strelitzia". 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario