Estaba el dolor dentro del alma
etéreo, impalpable, pero cierto.
Pasaba al pecho y ya era carne,
podías tocarlo con los dedos.
Y de allí saltaba al verbo
buscando escapar en poesía.
Y pudo el verbo cantado en poesía
encontrar orígenes y echarlos lejos.
La carne desgarrada se limpiaba
viendo limpio el pecho adolorido.
Y el alma que dolía en lo etéreo
buscó el dolor y ya no estaba.
Publicado en mi libro "Desde aquella Strelitzia". 2014
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