Con el tañido del bronce de
campanas
se llenó de brunos la tarde que
moría
y algunos quejidos plañideros y
lejanos
acompañaban en adiós la luz
partida.
Y así lloraba con la tarde el
Suquía…
También el viento sonaba
quejumbroso
en la misma tarde de grises que
se iba
desde la sierra al este como el
agua suya
con lágrimas dulces de caricias
glaucas.
Y en queja se alejaba el Xanaes…
Más al sur, el sur también
lloraba
el injusto desgarrón que fuera en
sangre
y el dolor lo expresaba a su
manera
yendo al mar azulino allá a lo
lejos.
Era así la dolencia del
Ctalamochita…
Aguas claras de micas y de
cuarzos
bajaban suspirando el ser de
olvidos
y en coro melancólico sus voces
afinaban
dejando su queja en el cauce sobre
rocas.
Se sentían los sollozos del
Chocancharava…
Con inaudible voz, cansado y
triste
por el desatino de
conquistadores,
en esa tarde, tan oscura noche,
reclamaba su nombre originario.
Llorando reclamaba el río
Popoppis…
Recordando a Arturo Capdevila (poeta
cordobés)
que escribiera: “Yo me llamaba Suquía…”
Publicado en mi libro "Desde aquella Strelitzia". 2014
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