Al ver a ese ángel blanco que aquietó
sus alas
la palabra se sorprendió en silencio
ante el reposo.
Fue la pausa necesaria para buscar con
brío
la altura de la Gloria que esperaba en
luz.
Acá quedó el agobio del hombre que
amparara
amando sus senderos y ansiando su
reencuentro
y quedaron lágrimas de vidas de su
vida
que la harán eterna en su bondad
extrema.
Y la palabra se hizo canción y pudo
acompañarla
a los coros angélicos que en gala la
esperaban
y fue paliativo al dolor del hombre
amado
y enjugó las lágrimas de esas vidas
que quedaban.
A Esther con todo mi cariño
Publicado en mi libro "Desde aquella Strelitzia" 2014
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