Detrás de un cerro, otro
cerro y después… hay otro más
parece que la tapera
está muy lejos nomás.
Todos se miran iguales
aunque existan diferencias
y la distancia
incrementa ese tinte de apariencias.
El sendero de herraduras
tiene siglos de pisadas
y yo pienso en el
gauchaje caminando en madrugadas.
Envuelto en tarde con
vientos, andando yo despacito
paso a paso acorto
espacios entre mi ser y el ranchito.
Así en este mar de
piedras, de espinillos y de talas
el viaje se está
alargando, que acá no existen escalas.
Con una luna argentada o
el sol quemándose en cobres
sombras o luces no
cambian mis pasos lentos y pobres.
Cómplice del paisaje me
distraigo en lo que veo
y yo no quiero cambiarlo
pues cambiaría el deseo.
Y demora mi llegada al
rancho que tanto quiero
no sé porqué las medidas
de mi ansiedad van primero.
Pero ya voy a llegar,
sólo contaba estas cosas
para acortar las
distancias con mis nostalgias añosas.
Publicado en mi libro "Desde aquella Strelitzia": 2014
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